CAPTULO 22 - Pag 22

Then the ringmaster he see how he had been fooled, and he was the sickest ringmaster you ever see, I reckon. Why, it was one of his own men! He had got up that joke all out of his own head, and never let on to nobody. Well, I felt sheepish enough to be took in so, but I wouldn’t a been in that ringmaster’s place, not for a thousand dollars. I don’t know; there may be bullier circuses than what that one was, but I never struck them yet. Anyways, it was plenty good enough for me; and wherever I run across it, it can have all of my custom every time.
Well, that night we had our show; but there warn’t only about twelve people there—just enough to pay expenses. And they laughed all the time, and that made the duke mad; and everybody left, anyway, before the show was over, but one boy which was asleep. So the duke said these Arkansaw lunkheads couldn’t come up to Shakespeare; what they wanted was low comedy—and maybe something ruther worse than low comedy, he reckoned. He said he could size their style. So next morning he got some big sheets of wrapping paper and some black paint, and drawed off some handbills, and stuck them up all over the village.

Fueron en enjambre a casa de Sherburn, gritando y aullando como indios, y todo el mundo tena que apartarse o echar a correr para que no los atropellaran y los pisotearan, y resultaba terrible verlo. Los nios iban corriendo delante de la multitud, gritando y tratando de apartarse, y en todas las ventanas del camino haba mujeres que asomaban la cabeza y chicos negros en cada rbol y negros y negras adultos que miraban por encima de todas las vallas, y en cuanto llegaba la horda cerca de ellos, se apartaban y salan fuera de su alcance. Muchas de las mujeres y de las muchachas lloraban y gritaban, medio muertas del susto.
Llegaron frente a la valla de Sherburn, tan apretados que no caba ni un alfiler y armando un ruido que no poda uno or ni lo que pensaba. Era un patio pequeo de unos veinte pies. Alguien grit: Tirad la valla! Tirad la valla! Luego se oy un ruido de maderas rotas, arrancadas y aplastadas y cay la valla, y el primer grupo de la multitud empez a entrar igual que una ola.
Justo entonces Sherburn aparece en el tejado del porchecito de la fachada, con una escopeta de dos caones en la mano, y ah se queda, tan tranquilo y calmado, sin decir ni palabra. Se termin la escandalera y la ola de gente se ech atrs. Sherburn no dijo ni una palabra; se qued all, mirando hacia abajo. Aquel silencio daba nervios y miedo. Sherburn recorri la multitud lentamente con la vista, y cuando tropezaba con los ojos de alguien ste intentaba aguantarle la mirada, pero no poda; bajaba los ojos, como si se le hubiera colado dentro. Y al cabo de un momento Sherburn como que se ech a rer, pero no con una risa agradable, sino con una de esas que le hace a uno sentir como si estuviera comiendo pan en el que se ha mezclado arena.
Y despus va y dice, lento y despectivo:
––Mira que venir vosotros a linchar a nadie! Me da risa. Mira que pensar vosotros que tenais el coraje de linchar a un hombre! Como sois tan valientes que os atrevis a ponerles alquitrn y plumas a las pobres mujeres abandonadas y sin amigos que llegan aqu, os habis credo que tenais redaos para poner las manos encima a un hombre. Pero si un hombre est perfectamente a salvo en manos de diez mil de vuestra clase...! Siempre que sea de da y que no estis detrs de l.
Que si os conozco? Os conozco perfectamente. He nacido y me he criado en el Sur, y he vivido en el Norte; as que s perfectamente cmo sois todos. Por trmino medio, unos cobardes. En el Norte dejis que os pisotee el que quiera, pero luego volvis a casa, a buscar un espritu humilde que lo aguante. En el Sur un hombre, l solito, ha parado a una diligencia llena de hombres a la luz del da y les ha robado a todos. Vuestros peridicos os dicen que sois muy valientes, y de tanto orlo creis que sois ms valientes que todos los dems... cuando sois igual de valientes y nada ms. Por qu vuestros jurados no mandan ahorcar a los asesinos? Porque tienen miedo de que los amigos del acusado les peguen un tiro por la espalda en la oscuridad... que es exactamente lo que haran.
As que siempre absuelven, y despus un hombre va de noche con cien cobardes enmascarados a sus espaldas y lincha al sinvergenza. Os equivocis en no haber trado con vosotros a un hombre; se es vuestro error, y el otro es que no habis venido de noche y con caretas puestas. Os habis trado a parte de un hombre: ese Buck Harkness, y si no hubierais contado con l para empezar, se os habra ido la fuerza por la boca.
No querais venir. A los tipejos como vosotros no os gustan los problemas ni los peligros. A vosotros no os gustan los problemas ni los peligros. Pero basta con que medio hombre, como ah, Buck Harkness, grite A lincharlo, a lincharlo! y os da miedo echaros hacia atrs, os da miedo que se vea lo que sois: unos cobardes, y por eso os ponis a gritar y os colgis de los faldones de ese medio hombre y vens aqu gritando, jurando las enormidades que vais a hacer. Lo ms lamentable que hay en el mundo es una turba de gente; eso es lo que es un ejrcito: una turba de gente; no combate con valor propio, sino con el valor que les da el pertenecer a una turba y que le dan sus oficiales. Pero una turba sin un hombre a la cabeza da menos que lstima. Ahora lo que tenis que hacer es meter el rabo entre las piernas e iros a casa a meteros en un agujero. Si de verdad vais a linchar a alguien lo haris de noche, al estilo del Sur, y cuando vengis, lo haris con las caretas y os traeris a un hombre. Ahora, largo y llevaos con vosotros a vuestro medio hombre.
Al decir esto ltimo se ech la escopeta al brazo izquierdo y la amartill.
El grupo retrocedi de golpe y despus se separ, y cada uno se fue a toda prisa por su cuenta, y Buck Harkness fue detrs de ellos, con un aire bastante derrotado. Yo podra haberme quedado si hubiera querido, pero no quera.
Fui al circo y me qued dando vueltas por la trasera hasta que pas el vigilante y despus me met por debajo de la lona. Tena mi moneda de oro de veinte dlares y algo ms de dinero, pero calculaba que ms me vala ahorrarlo, porque nunca se sabe cundo se va a necesitar cuando anda uno lejos de casa y entre desconocidos y esas cosas. Hay que andarse con mucho cuidado. Yo no tengo nada en contra de gastar el dinero en circos cuando no queda ms remedio, pero tampoco tiene sentido tirarlo en ellos.
Era un circo verdaderamente estupendo. Era lo ms maravilloso que se ha visto cuando llegaban todos a caballo de dos en dos, caballeros y damas al lado, los hombres en calzoncillos y camisetas, sin zapatos ni estribos y con las manos apoyadas en los muslos, tan tranquilos y tan cmodos, por lo menos veinte de ellos, y cada dama tan fina y todas tan guapas como una pandilla de reinas de verdad, con unos vestidos que costaban millones de dlares y todos llenos de diamantes. Verdaderamente daba gusto verlas; nunca he visto nada ms bonito. Y despus se fueron poniendo en pie uno por uno y fueron dando vueltas en torno al anillo, los hombres muy altos, esbeltos y erguidos, con las cabezas movindose un poco y casi rozando el techo de la carpa, y con los vestidos de color de hoja de rosa de las damas dndoles vueltas en las caderas e inflados, de forma que parecan unos parasoles preciosos.
Y despus comenzaron a ir cada vez ms rpido, bailando todos ellos, primero con un pie en el aire y luego con el otro, con los caballos cada vez ms inclinados y el jefe de pista dando vueltas al poste central, chasqueando el ltigo y gritando Jai! Jai!, y el payaso contando chistes detrs de l, hasta que todos dejaron caer las riendas y cada una de las damas se puso las manos en las caderas y cada uno de los caballeros se cruz de brazos, y entonces fueron los caballos y se inclinaron hasta quedar de rodillas! As que fueron saltando al anillo uno despus de otro, con las reverencias ms bonitas que he visto en mi vida, y despus se fueron y todo el mundo se puso a aplaudir como si se hubiera vuelto loco.
Bueno, todos los del circo hicieron las cosas ms asombrosas, y todo el tiempo el payaso haca unos chistes que la gente casi se mora. El jefe de pista no poda decirle una palabra sin que el otro le contestara rpido como el rayo con las cosas ms divertidas del mundo, y lo que yo no poda entender en absoluto era cmo se le podan ocurrir tantas, tan de repente y tan oportunas. Hombre, si a m no se me hubieran ocurrido en todo un ao. Y despus un borracho trat de meterse en la pista y dijo que quera montar a caballo, y que saba montar tan bien como el mejor. Discutieron con l y trataron de impedrselo, pero l no les hizo caso y todo el espectculo se par. Entonces la gente empez a gritarle y a rerse de l, y l se enfad y empez a decir barbaridades, as que el pblico se enfad y muchos hombres empezaron a bajar de los bancos hacia la pista, diciendo: Que le den una paliza! que lo echen! Y una o dos mujeres empezaron a gritar. Entonces el jefe de pista hizo un discursito diciendo que esperaba que no hubiera incidentes, y que si el hombre prometa que no armara ms jaleo, le dejara montar a caballo si crea que no se iba a caer. As que todo el mundo se ech a rer y dijo que bueno, y el hombre mont. En cuanto estuvo montado, el caballo empez a saltar, brincar y corvetear, con los empleados del circo agarrados de la brida, tratando de frenarlo, y el borracho colgado del cuello del caballo, con los pies volando por el aire a cada salto, y toda la gente de pie, gritando y rindose tanto que se le caan las lgrimas. Y por fin, claro, a pesar de los empleados del circo, el caballo se solt y sali corriendo como un desesperado, con el borracho pegado a l y agarrado al cuello, primero con una pierna cada de un lado hasta tocar casi el suelo y despus con la otra del otro lado y la gente muerta de la risa. A m no me pareca nada divertido; gritaba del miedo que me daba. Pero en seguida logr volver a la silla y agarrarse a la brida, cayndose primero de un lado y luego del otro, y al cabo de un momento dio un salto y dej caer la brida, y se puso en pie!, con el caballo corriendo como un loco. Ah se qued, en pie, dejando que el caballo corriese, tan tranquilo, como si nunca hubiera estado borracho en la vida, y despus empez a quitarse la ropa y tirarla al suelo. Se quit tantas cosas que prcticamente llenaban el aire, y en total solt diecisiete trajes. Y ah se qued, esbelto y bien parecido, vestido de la forma ms bonita y llamativa del mundo, y le dio al caballo con el ltigo para hacerle correr todava ms, y despus se baj de un salto, hizo una reverencia y se fue bailando a los vestuarios, y todo el mundo venga de gritar de asombro y de alegra.
Entonces el jefe de pista vio que le haban engaado, y creo que nunca he visto a un jefe de pista tan desanimado. Pero si era uno de sus propios hombres! Se le haba ocurrido aquella broma por su cuenta, sin decrselo a nadie. Bueno, yo tambin me senta bastante tonto por haberme dejado engaar, pero no hubiera querido estar en el lugar de aquel jefe de pista, ni por mil dlares. No s; quiz haya circos mejores que aqul, pero todava no he visto ninguno. En todo caso, para m era buensimo, y cuando vuelva a encontrrmelo, puede contar con este cliente en cuanto que lo vea.
Bueno, aquella noche tocaba nuestro espectculo, pero no haba ms que doce personas, justo lo suficiente para pagar los gastos. Y se estuvieron riendo todo el tiempo, con lo que el duque se cabre, y, encima, todos se marcharon antes de que terminara la obra, salvo un muchacho que se haba quedado dormido. As que el duque dijo que aquellos campuzos de Arkansaw no entendan a Shakespeare; lo que les gustaba eran las bufonadas, segn pareca. Dijo que ya vea por dnde respiraban. As que a la maana siguiente consigui unas grandes hojas de papel de envolver y pintura negra, prepar octavillas y las distribuy por todo el pueblo.